martes, 18 de agosto de 2015

Clock.

El hierro dorado de ese casi centenario reloj de pared, parado hace algunos años, empieza a ser invadido por el óxido en su abandono. Antaño solo una persona le daba cuerda y parado lleva desde entonces como si de una sincronización con su dueño se tratara.
Adornos y detalles exagerados y recargantes abundan paulatinamente como si trataran de llenar huecos nuevos. Llaman la atención esas cosas tan banales sobre los pequeños detalles importantes, creo que tratan de ofrecer un pequeño gusto entre tantos viejos recuerdos.
Quedan en cada esquina bellos marcos para rostros inexistentes.
Cualquiera que entre a esa vieja morada, cálida y confortable, perderá el control de sus miradas al mínimo descuido. Si es conocedor de los recuerdos perderá el control de los pensamientos.
Empezando y acabando el recorrido en el reloj parado, que seguramente no volverá a palpitar.

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