lunes, 15 de abril de 2013

Days

En un día que las sensaciones de decadencia que quitan las ganas de todo, alguna lágrima lucha víctima de los pensamientos y temores, mis labios pegados y sin sonrisa acompañan a unos ojos opacos y molestos ante la luz del caluroso día.
En este día nada es demasiado diferente, la rutina continua con el mismo espacio-tiempo, nada cambia.
Paseo sitiendo la brisa rozar con delicado tacto mi piel mientras me sumerjo en la poesía con melodía que es la música, ignorando las conversaciones de los que me rodean. A pesar de ir acompañada en mi salida, no escucho, me apetece estar sola y pensar... y pensar. No parecen apreciar mi comportamiento alejado del mundo. Bueno, sinceramente, mejor para mí, de esta manera me evitaré las preguntas.
Dirijo mi mirada desde entre los verdes pinos y abetos que me quedan a los lados, por el camino de tierra, con una sensación de cercanía a lo terrestre, hasta acabar mis ojos castaños mirando el cielo, admirando su belleza, el sol entre las nubes que acaricia con su calidez, los trayectos de los aéreos, allí arriba hasta el viento se puede obserbar, esa inmensidad me lleva a agradables sensaciones, fantasías y sueños, un escape, una salida de la realidad, una visión de mi mundo perfecto.
Y pienso: quisiera desaparecer y estar sola por un tiempo, para averiguar si alguien realmente sentiría mi ausencia.
Mi familia supongo, y algún amigo en singular, y más me pregunto por ti.
Estos sentimientos inertes y decayentes son por culpa de que no logre nada a pesar de mis intentos, de una respuesta blanca a una maraña de esfuerzos. Sin contar los miedos de lo que pueda caer a mis seres queridos. Son causa de pensar demasiado quizá.
Para no intentar pensar más acompaño lo que escucho con un hilo de voz, en la música siento otro escape del mundo.
Pasaron horas en esta tarea y ni me he dado cuenta del tiempo. Vuelta a casa, donde me esperaran para cenar y luego volver al reposo de mi cama donde me vuelven los pensamientos. Las ganas de llorar ahora que estoy en soledad junto a mi almohada.
Me siento tan frustrada, rabia, tristeza e incluso la esperanza son los que se combierten en líquido salado.
Silencio.
Soledad.
Oscuridad.
A la mañana siguiente, entre ligeros destellos que entran por los cristales, me despierto con el odioso sonido que me manda levantarme para el nuevo día. Cumplo mi rutina y acabo sentada en mi lugar en la clase.
Por fin llega un motivo para mí, saluda y se sienta a mi lado. Cruzamos las primeras palabras cotidianas y nos atenemos a la clase.
Tú eres ese motivo y es que con cada mirada me enamoras más sin darte cuenta.
Dejarte entrar en mis pensamientos y hudirme en sentimientos oprimidos.
Así paso el día, con esa misma sensanción llego a mi cama ya caída la noche, y vuelvo a recordar momentos, vuelvo a reflexionar sobre todo, quizá lo piense demasiado, quizá me pare lo suficiente. Pero no puedo evitarlo.
Día siguiente. Regreso a clase,  y allí tengo una pequeña alegría contra mi decaída, tú.

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